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Cada año, millones de ciudadanos españoles cumplen con una de sus principales obligaciones cívicas: pagar impuestos. Desde el IRPF hasta el IVA, pasando por impuestos especiales, tasas y cotizaciones sociales, el Estado recauda cientos de miles de millones de euros con la promesa de garantizar servicios públicos de calidad y un país moderno y funcional. Sin embargo, a pie de calle, la realidad dista mucho de esa promesa.

Faltan policías. Faltan médicos. Faltan profesores. Y las infraestructuras de muchas regiones del país parecen más propias de décadas pasadas que de una nación desarrollada del siglo XXI. Entonces, la pregunta que muchos se hacen, cada vez con mayor indignación, es simple y directa: ¿Dónde está el dinero?

Una sanidad al borde del colapso

Las listas de espera en la sanidad pública no hacen más que crecer. En algunas comunidades autónomas, los pacientes deben esperar meses para una simple prueba diagnóstica o una consulta con el especialista. Los profesionales sanitarios denuncian plantillas insuficientes, contratos precarios y falta de recursos materiales. A pesar de que la sanidad representa una de las mayores partidas presupuestarias, muchos hospitales y centros de salud parecen al borde del colapso. ¿Se está gastando el dinero eficientemente?

Aulas masificadas y profesorado agotado

En el ámbito educativo, el panorama tampoco es alentador. Faltan profesores en muchas etapas educativas, lo que genera ratios alumno/docente elevadas y reduce la calidad de la enseñanza. Hay colegios con infraestructuras deterioradas, falta de personal de apoyo y escasa inversión en nuevas tecnologías. Se habla mucho de educación como motor del futuro, pero los recursos destinados parecen ir por otro camino.

Seguridad ciudadana: escasez de efectivos

Los cuerpos de seguridad del Estado llevan años denunciando la falta de medios y de personal. Hay plantillas envejecidas, comisarías obsoletas y turnos eternos para cubrir servicios básicos. En algunas zonas rurales y periféricas, la presencia policial es mínima, con consecuencias directas sobre la seguridad ciudadana.

Infraestructuras al borde del abandono

Carreteras llenas de baches, estaciones de tren sin mantenimiento, redes de transporte público anticuadas o inexistentes… El estado de las infraestructuras en muchas regiones de España es preocupante. Mientras tanto, proyectos prometidos se eternizan o se cancelan por falta de presupuesto. ¿No debería un país moderno contar con infraestructuras seguras, sostenibles y eficaces?

¿Y los impuestos?

En 2024, la presión fiscal en España fue del 42,4% del PIB, según Eurostat, una cifra considerable. Sin embargo, la percepción ciudadana es que no se está viendo una mejora proporcional en los servicios públicos. Entonces, ¿A dónde se destina realmente ese dinero?

Algunos apuntan a la mala gestión política: duplicidades administrativas, subvenciones mal orientadas, gastos en estructuras burocráticas ineficientes, ayudas que no se fiscalizan o inversiones ideológicas alejadas de las prioridades sociales además de todas la corruptelas políticas. Otros critican el reparto entre comunidades autónomas o la falta de una evaluación rigurosa del gasto público.

Exigir transparencia y eficiencia

La pregunta “¿Dónde está el dinero?” no es solo una queja. Es una exigencia legítima de los ciudadanos hacia sus gobernantes. En una democracia madura, el control del gasto público, la transparencia presupuestaria y la evaluación constante de los resultados no son opcionales, sino obligaciones.

No se trata de pagar más o menos impuestos, sino de saber para qué y cómo se usan. Porque si el sistema falla en lo esencial como salud, educación, seguridad, infraestructuras, entonces es legítimo cuestionar su gestión. Y exigir respuestas.

España necesita más que nunca un debate serio y honesto sobre el destino del dinero público. No basta con hablar de grandes cifras o de promesas futuras. Los ciudadanos merecen saber si su esfuerzo fiscal se traduce realmente en una mejor calidad de vida, o si, como muchos temen, su dinero se está perdiendo en un laberinto de ineficiencia, intereses cruzados y prioridades mal definidas.

Porque si el Estado no está presente donde más se le necesita, entonces la pregunta no solo es ¿Dónde está el dinero?, sino también, ¿Dónde está el Estado?.